Momo
Te invito a sumergirte en esta apasionante novela de Michael Ende que de seguro será una fuente de inspiración para reflexionar sobre nuestra propia relación con el tiempo.
Momo1 es una niña a la que todo el pueblo aprecia y que vive en un templo.
Tiene una habilidad que la hace única y especial, puede escuchar a las personas.
Pero no es una escucha común, sino que con su escucha las demás personas pueden escucharse a sí mismas.
Toda persona —incluso parejas— que se acercan a ella a contarles sus problemas, experiencias o ideas se empiezan a escuchar de una manera que no lo habían hecho antes.
Momo rara vez emite comentario, aunque alguna que otra vez pregunta por pura curiosidad.
Ella disfruta mucho pasar el tiempo contemplando las pequeñas cosas que descubre cada día en el templo y alrededores.
También le encanta pasar el tiempo rodeada de sus grandes amigos, Gigi y Beppo Barrendero, además de los niños y niñas del pueblo que a diario se juntan a jugar en el templo.
—Cuando jugamos con Momo podemos ser quienes imaginamos ser: científicos, piratas, astronautas, y más —suelen comentar los y las niñas.
En un mundo en el que sobran las habladurías y las personas viven cada vez más aceleradas, Momo se ha convertido en una rareza excepcional.
También se ha convertido en una amenaza para los hombres grises, que se encargan de robarle el tiempo a los adultos.
Estos hombres visten de gris —de ahí su nombre— con sombrero bombín, que cubre sus cabezas calvas y un cigarro en la boca del que echan humo constantemente.
Nadie puede verlos, aunque son cientos de miles y el número crece y crece a medida que logran convencer a más personas de que inviertan su tiempo improductivo con ellos.
Los hombres grises son muy convincentes y utilizan sus recursos de persuasión para lograr que cada nueva víctima les entregue su tiempo libre, de ocio y de disfrute.
De esta manera día a día más personas comenzaron a dejar de juntarse con sus amistades, dedicar tiempo de juego con sus hijos, hacer actividad física, y también dejaron de visitar a Momo.
— ¡No tengo tiempo! —se volvió una frase cotidiana para más y más personas.
— Ahora no puedo, tengo que trabajar —se escuchó con más frecuencia en los hogares.
Momo percibía que algo estaba pasando, no sólo porque los adultos habían dejado de visitarla sino también porque las niñas y niños, que jugaban en el templo con ella, se sentían cada vez más tristes.
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La noticia de la existencia de Momo y su gran don no tardó en llegar a oídos de los hombres grises, quienes la consideraron una amenaza para su negocio.
—Si las personas conversan con la niña y se encuentran a sí mismas, ya no van a darnos su tiempo —temían los hombres grises.
Así que decidieron ir al templo, dónde vivía Momo, para persuadirla de convertirse en una más de ellos.
Momo, antes que éstos llegaran, recibió de imprevisto la visita de una gran tortuga —que luego descubriremos que se llama Casiopea.
Esta tortuga tenía la particularidad de comunicarse a través de mensajes que se iluminaban en su caparazón.
—Sígueme —le indico la tortuga, y Momo sin dudarlo comenzó a seguirla, a paso de tortuga, claro.
Recorrieron toda la ciudad y sin que Momo supiera hacia dónde iban, la tortuga la guió hasta el maestro Hora, para protegerla de los hombres grises, que iban tras sus pasos sin poderla alcanzar.
El maestro Hora vivía en una gran mansión llena de relojes de todas las formas, tamaños y colores.
Su apariencia era la de un anciano, aunque cada vez que Momo se acercaba a conversar con él, lucía mucho más joven.
El maestro Hora se encargaba de repartir cada día una flor del tiempo a cada una de las personas del mundo.
Momo aprendió como era una flor del tiempo y pudo apreciar que nacía, crecía y se marchitaba cada 24 horas.
Durante su estadía en la mansión del maestro Hora, Momo también aprendió que los hombres grises se encargan de robar las flores del tiempo a las personas para luego almacenarlas congeladas en una gran bóveda.
Con ellas, los hombre grises armaban cigarros, que fumaban para sobrevivir, ya que estos seres viven del tiempo que muere al ser arrancado a sus verdaderos propietarios.
Los hombres grises no tardaron en encontrar la mansión del maestro Hora, que al darse cuenta de que su mansión estaba rodeada de miles de ellos y que estos habían comenzado a llenar el cielo de humo, le propuso un arriesgado plan a Momo.
La estrategia consistía en detener el tiempo y el mundo por 24 horas, lo que vive una flor del tiempo.
De esta manera Momo, a la que el maestro Hora le otorgó una flor del tiempo, sería la única persona capaz de recuperar, en 24 horas, las flores del tiempo robadas que los hombres grises mantenían congeladas en su bóveda.
Pusieron el plan en marcha y el maestro Hora se echó a dormir una siesta, acción que detuvo el tiempo de todo el mundo.
Con el tiempo detenido, los hombres grises no tenían más tiempo que robar y necesitaban volver de inmediato a su bóveda para utilizar su stock flores del tiempo y construir más cigarros que les mantuviesen con vida.
En esa carrera, una gran cantidad de hombres grises iban muriendo ya que se quedaban sin cigarros para sobrevivir.
Momo debía seguirlos, porque su misión era llegar a la bóveda y lograr bloquearla para que los hombres grises no pudieran acceder más a las flores del tiempo congeladas.
Momo cumplió con la peligrosa misión, logrando descongelar todas las flores del tiempo para que volvieran a sus propietarios, y aprendió entre tantas cosas y gracias a la tortuga Casiopea que:
«Cuanto más lento, más aprisa»
¿Sabes qué pienso?
Que los hombres grises pueden estar más cerca nuestro de lo que creemos —Momo también.
Te mando un abrazote
Maro
PD: Envié este newsletter originalmente en Enero y Febrero 2023.
Ende, M. (2007). Momo. Alfaguara.